Creepypastas Pokémon (VII)

Estoy de nuevo en la Torre Pokémon, ya no hay niebla y a mi derecha se encuentra el cadáver de Meowth. Los cuerpos de mis padres no están. No siento miedo, ni culpa, he vivido el horror más grande que podía concebir y lo he superado. Ya nunca volveré a dar miedo, solo Ágatha y yo hemos llegado tan lejos, nadie más, todos los otros huyen en cuanto ven al fantasma.

Cojo el cuerpo de Meowth, busco una tumba vacía, entierro a mi amigo, y salgo de la torre. En mi mano está la Pokéball que contiene a mi nuevo Pokémon, Gengar.  

No regreso a casa, sé que mis padres no estarán allí. En las noticias del día siguiente dan la noticia de su misterioso asesinato.

Escapo de la ciudad y acabo llegando a Johto. Ciudad Iris. Este parece un buen lugar. Viviré aquí a partir de ahora.

Ya han pasado ya 10 años desde entonces, ahora soy el líder del gimnasio de esta ciudad. Hace tres años, la compañía Silph S.A. inventó un objeto llamado Scope Silph que sirve para anular las ilusiones de los Pokémon Fantasma y para poder atraparlos como si fueran Pokémon normales. Desde entonces muchos jóvenes han capturado Pokémon Fantasma, e incluso algunos se hacen llamar entrenadores de fantasmas. Pero no lo son. Para poder sacar el máximo potencial de un Pokémon Fantasma, se necesita vivir el horror que yo viví, convertirse en un auténtico Amo de la Muerte.

En cuanto a Sabrina... Sigue siendo líder de Gimnasio, y yo sigo obsesionado con vencerla… Pero no solo vencerla, quiero humillarla, traumatizarla y hacerle vivir las peores experiencias que jamás haya vivido, para poder demostrarle lo fuerte que me he vuelto. Por eso me he marcado como objetivo capturar a tres fantasmas Pokémon. No son Pokémon de tipo Fantasma, sino los fantasmas de tres Pokémon que murieron en la Torre Quemada de Ciudad Iris hace ya mucho tiempo, un Vaporeon, un Jolteon y un Flareon que según cuenta la leyenda después de morir renacieron con nuevos y maravillosos poderes.

¿Quieres saber mi nombre? No lo recuerdo, hace años que no uso mi verdadero nombre, pero hoy en día me hago llamar Morti.