Creepypastas Pokémon (V)

Pokemaster

Painend, la leyenda del Pokémon demonio

Página 2

31/10/2013 20:45
Accedo al PC y deposito la Pokéball en el teletransporte. Tengo miedo de que no se vaya, pero la Pokéball desaparece. Accedo a mi caja del PC para comprobar que realmente Painend está ahí. Sí. Está allí. El Pidove y el Patrat que capturé al inicio de mi aventura duermen tranquilos en el otro extremo del recinto.

Suspiro aliviado y pienso mi próximo movimiento. ¿Quién puede ayudarme? Pienso en llamar a mamá, pero se pondrá histérica si le cuento lo de Painend. Seguro que me obliga a volver a casa y no me deja ser entrenador Pokémon hasta que sea adulto. Y entonces caigo. La profesora Encina. Ella sabe más que nadie sobre Pokémon. Mis manos tiemblan cuando marco el número.

No contesta. Mierda. Tranquilo… es muy tarde, seguro que está dormida. Mañana lo intentaré de nuevo. Tal vez yo también debería dormir. Pero no puedo. Painend…

De repente siento que algo no va bien. Painend está satisfecho. No sé por qué, pero lo sé. Tengo un mal presentimiento. Corro hacia el PC y accedo a mi caja.

No… ¡No! Painend está solo. Mi Pidove y mi Patrat no están. El suelo está lleno de sangre. Mucha mucha sangre de un color rojo brillante. Y Painend está acostado y satisfecho. Su pelaje está chorreando con la sangre de mis Pokémon asesinados.

Ni siquiera puedo gritar. Tengo un nudo enorme en la garganta. Solo puedo llorar y llorar. Ha sido culpa mía. Yo metí a ese demonio en la caja con mis demás Pokémon. Yo los asesiné al ponerlo ahí. ¿Cómo voy a seguir siendo entrenador después de esto?

Cojo el teléfono. Llamaré a mamá. Volveré a casa. Me quedaré allí y olvidaré lo de ser entrenador. No puedo hacerlo. Miro de nuevo a Painend antes de marcar. Ha despertado y me mira con esos ojos ardientes. Entonces me doy cuenta. No. No puedo rendirme. He sido débil y por eso mis Pokémon han sido asesinados. No dejaré que Painend siga haciendo lo que quiera. Lo detendré. Es algo personal.

Retiro a Painend del PC y guardo en otra caja al resto de mis Pokémon. No los pondré en peligro llevándolos junto a esa cosa. Esto es algo que tengo que hacer yo solo. Lo llevaré donde tenga que ir. Me ha pedido ayuda, y se la voy a dar. Tengo que mantenerlo vigilado. No dejaré que vuelva a asesinar a más Pokémon inocentes.

                Gracias, tenía hambre.

Marcos

¿Se está riendo de mí? ¿Sabe acaso como me siento? No quiero ayudarle. No quiero acabar con su dolor. Quiero que sufra, como debieron sufrir mis pobres Pokémon cuando él los asesinó y como yo estoy sufriendo por ellos. Ya me ha hecho mucho daño.

Pero si yo no lo hago… si no… puede que siga matando. Puede que más Pokémon inocentes mueran bajo sus garras de demonio. Tengo que purificarlo.

Iré al Centro Pokémon. La enfermera Joy es una eminencia en medicina Pokémon, seguro que sabe lo que le ocurre a Painend. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?

La enfermera Joy duerme tras el mostrador del Centro Pokémon. Es tan tarde… Pero no puedo esperar. Esto es una emergencia. Carraspeo ruidosamente y la enfermera se despierta con una disculpa.

No tengo ganas de hablar. Le entrego la Pokéball de Painend, que ella vea por sí misma lo que hay en ella.

Joy vacila un segundo antes de coger la Pokéball, como si su intuición le dijera que hay algo muy malo allí. Qué razón tiene.

Pone la Pokéball en el escáner destinado a curar las dolencias comunes de los Pokémon y revelar las más graves. Y entonces ahoga un grito y murmura algo que soy incapaz de escuchar.

Cuando me devuelve la Pokéball está pálida y su voz apenas es audible:

-          No puedo hacer nada por Painend… Ve a Ciudad Esmalte… Busca a Anís… Solo ella puede ayudarte…

Asiento con la cabeza. Ya no tengo miedo. Al menos sé lo que tengo que hacer.

Ciudad Esmalte no queda lejos, y es tan tarde que no me encuentro a nadie en el camino.

Ya veo las luces de la ciudad.

-          ¡Ah!

Grito de dolor. Es como si acabaran de atravesarme la cabeza con una flecha. A través del dolor escucho de nuevo la voz de Painend.

No vayas allí. Muerte… muerte…

Ojalá pudiera deshacerme de este demonio. Sé que no puedo hacerlo. Pero tengo tanto miedo… y él lo sabe. Sabe que temo que mate a mis Pokémon. Sabe que temo que me mate a mí…

Continúo. En cuanto piso Ciudad Esmalte una nueva punzada de dolor atraviesa mi cabeza. Parece que se me va a partir por la mitad. Pero no seguiré su juego. No lo escucharé. Avanzo paso a paso, pero el dolor es cada vez más fuerte. Casi no puedo ver. Tampoco hay nadie alrededor que pueda ayudarme, la ciudad entera duerme. Caigo de rodillas.

                ¡Retrocede! Dame tu sangre…

No puedo ignorar a Painend. Él le habla a mi mente. Conoce mis temores. Tengo las manos heladas y mi cuerpo tiembla sin control.

Pero no voy a retroceder. Jamás. No voy a perdonarle lo que les ha hecho a mis Pokémon. Y si tengo que morir para evitar que este demonio siga matando… que así sea. Mientras me queden fuerzas seguiré buscando a Anís.

Me pongo en pie apoyándome en el edificio de al lado. No puedo caminar sin apoyo. Pero algo me dice que pronto acabará esta pesadilla. Solo tengo que aguantar un poco más.

Es la primera vez que vengo a Ciudad Esmalte. Sé que hay un gimnasio aquí, pero no sé dónde está. Ni siquiera sé dónde está el Centro Pokémon. Camino sin rumbo. La ciudad está oscura. Salvo un edificio. “Café Alma” pone. Es aquí. Lo sé. No puede ser en ningún otro lugar.

El dolor es tan fuerte que apenas puedo ver. Caigo de nuevo al suelo, pero sigo avanzando a gatas, hacia esa mancha de luz que veo cada vez más cerca. Painend grita en mi mente.

                Mataré a todos los que amas.

Me quedo paralizado. Como un rayo cruzan por mi mente las imágenes de mis padres, mi hermana, mis amigos… todos a los que amo… No puedo permitir que los labios de Painend se manchen con su sangre.

Painend me ataca con visiones horribles. Mi familia despedazada por sus colmillos. El cuarto de mis padres manchado con su propia sangre mientras ese demonio me mira desde las sombras. Soledad… Soledad profunda y eterna. Nunca más tener a alguien a quien amar. Y será culpa mía. Dudo. No puedo permitir que haga eso.

Me arrepiento tanto de haber discutido con mi madre… Le dije cosas muy feas, y solo porque ella me echa de menos. Yo también la echo de menos. Quería ser entrenador pero… ni toda la gloria y los Pokémon del mundo merecen perder completamente el amor y la felicidad.

Llevo mucho rato aquí echado. No puedo seguir. Pero no sé cómo, consigo ponerme en pie y avanzar un poco más.

Anterior
12 3
Siguiente2 de 3 páginas