Creepypastas Pokémon (IV)

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Esta es la historia de un chico que aprendió que robar está mal de la peor forma posible… Y tú, ¿te atreves a jugar a Pokémon Red’s Party?

28/10/2013 12:15
Las creepypastas son historias ficticias de corta duración cuyo objetivo es asustar y perturbar al lector. Aunque no tienen base real, no son aptas para gente sensible. Si eres impresionable o te asustan las historias de terror, te recomiendo que dejes de leer. Esta historia no me pertenece, yo simplemente he editado el texto para mejorar su narrativa.

Pokémon Reds Party

“No robarás”. Muchos aprenden esta norma moral en el núcleo de sus familias, en la escuela o incluso en la iglesia. Yo mismo fui educado en el noble arte de no sustraer las pertenencias ajenas, pero todos tenemos infancia y nos enfrentamos a las fuerzas de la tentación en más de una ocasión, aunque inevitablemente después nos arrepintamos. Con esta historia os aseguro que aprendí la lección de manera satisfactoria.

Corrían los noventa, y yo estaba en primaria, no recuerdo en qué curso ni qué edad tenía. En aquella época estaba en pleno apogeo la edad de oro de Pokémon. De todos mis amigos, no había ni uno solo que no tuviera un juego de Pokémon en su Game Boy. En especial, tenía un amigo cuyo padre conocía a un empleado de la empresa que se encarga de la distribución de los videojuegos en mi país, por lo que siempre estaba enterado de las novedades, los eventos especiales, una supuesta nueva generación que estaba a punto de llegar (la que poco tiempo después sería la segunda generación)… además tenía en su poder las tres primeras ediciones que llegaron a occidente (rojo, amarillo y azul).

Un día me llamó por teléfono diciéndome que fuera inmediatamente a su casa. Tuve que insistir mucho porque nunca me dejaban salir entre semana, pero finalmente lo conseguí.  

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Al llegar me enseñó un cartucho que le había regalado su padre esa mañana. El cartucho brillaba de un color verde esmeralda. Me contó que esa edición era exclusiva de Japón, y efectivamente, los textos estaban en japonés, aunque no nos importaba porque nos sabíamos el juego de memoria. Nos sorprendieron los sprites tan arcaicos que tenía ese juego. Cuando llevábamos un rato jugando, la madre de mi amigo lo llamó, y él fue a ver qué quería. Me quedé solo ante su caja de juegos. Resaltando entre los típicos cartuchos grises de los juegos de Game Boy, estaban las ediciones de Pokémon, y entre éstas había una que me llamó la atención.

Era de color marrón, y supe que era de Pokémon por la pegatina que tenía. En ella aparecía la clásica palabra “Pokémon” en amarillo, y en lugar del Charizard o el Blastoise a los que estaba acostumbrado aparecía la imagen de un Jynx, aunque parecía tener un rostro demasiado realista, casi parecía la fotografía de una persona real con un aspecto muy preocupado. Leí el nombre de ese juego: Red’s party edition.

Ese misterioso cartucho despertaba demasiada curiosidad en mí, y sabía que mi amigo no querría jugar con él, así que, al oír que subía por las escaleras, lo oculté en mi bolsillo para jugar por mí mismo a lo que creí que sería una beta anterior a los juegos que conocía. 

Seguimos jugando hasta que llegó la hora de irme a casa. Rompiendo todos los esquemas de conducta que me habían enseñado mis padres, le robé ese extraño juego a mi amigo. Yo no era consciente al cien por cien de lo que hacía, era un niño y tenía intención de devolver el juego, así que no le di importancia. Pero esa travesura me salió mal.

En cuanto llegué a casa corrí a mi habitación, agarré mi Game Boy y saqué la edición azul para reemplazarla e introducir el objeto del crimen menor que acababa de cometer. Encendí la consola y apareció la típica pantalla de título de Nintendo y la introducción al juego en la que luchan un Gengar y un Nidorino. Después apareció el menú en el que puedes seleccionar si comenzar una nueva partida o continuar con una anterior. Solo aparecía la primera opción, así que empecé un nuevo juego.

Apareció el Profesor Oak con su conocido monólogo en el que explica lo que son los Pokémon, y que termina cuando te pide que introduzcas tu nombre; yo para empezar cuanto antes elegí el de Red, que era la primera opción.

El personaje se encontraba a la entrada del laboratorio del Profesor Oak, me pareció que era más grande de lo normal, y no había ningún ayudante, solo estaba él, los muebles, y por supuesto, las Pokeballs que contenían al primer Pokémon de tu aventura.

Al hablar con el Profesor, rápidamente te pedía que eligieras a uno de los tres Pokémon, no te explicaba que él había sido entrenador de joven, ni te hablaba de su nieto, a quien por cierto empezaba a echar de menos, no me gustaba la idea de no tener un rival en mi partida. 

Los Pokémon que podía elegir tampoco eran los de siempre, en lugar de Charmander, Squirtle y Bulbasaur se podía elegir entre Farfetch'd, Porigon, y Magmar

Elegí a Magmar y me dispuse a comenzar esta nueva aventura. Al salir del laboratorio, en lugar de encontrarme en pueblo Paleta, aparecí en el casino de ciudad Azulona. La alegre música que solía escucharse en aquel lugar no sonaba, y tampoco estaban los personajes que solían darte fichas para las tragaperras, ni la dependienta del casino, y ni el miembro del Team Rocket que protege el cartel que oculta la entrada secreta a la guarida Rocket. Solo había una puerta, así que la atravesé. 

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Comenzó a sonar la melodía típica de la base secreta del Team Rocket, solo que iba más lenta de lo normal. A veces se trababa y se escuchaba un sonido como de una radio sintonizándose. Me dio un poco de miedo, pero mi curiosidad aún era mayor, así que continué. La guarida estaba en muy malas condiciones, había sillas tiradas por el suelo, macetas destrozadas y las paredes y las mesas estaban rotas. A partir del segundo sótano todo era diferente a la guarida de ciudad Azulona, había otros pasadizos y puertas. Era un lugar en ruinas, en el que no había ni rastro del Team Rocket.

Al pasar las escaleras al tercer sótano, me topé de frente con un entrenador. Su sprite sin embargo no era el de un miembro del Team Rocket, sino el de un Mr. Mime. Antes de empezar a luchar me soltó una enorme parrafada de texto, aunque no entendí nada porque salía en japonés.

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